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La gotera del Esperanza Iris

La gotera del Esperanza Iris

Aquél viernes de Marzo lo disfruté mucho. El 27 iniciaba como casi todos mis días comienzan (además de impredecibles): Baño, revisión de correo, revisión de notificaciones, revisión de menciones, compartir contenido en las diferentes redes, leer, leer, compartir; acompañado de esas campanas, voces ofreciendo tamales y el grito de gaaaaas (Mi ventana da a la calle). Esa mañana preparaba una publicación sobre la convocatoria lanzada por el CCU Tlatelolco a través del Memorial del 68 (esta nota) relacionada al movimiento estudiantil, y la verdad es que tenía una actitud diferente, ya que después de una semana difícil, la tarde del viernes visitaría el Ex Teresa y vería La Divina Comedia, que llamó mi atención porque sería representada por una compañía teatral de Lituania.

Después de arreglar algunos pendientes de la semana que terminaba, disponía tomar camino hacia el centro de centros. Justo cuando partía hacia mi primer destino -el Zócalo- escuchaba por la radio que un tal James tenía secuestrada la Plaza que tantos usos y desusos ha padecido a lo largo de su historia. Supe que tardaría más de la cuenta.

La prisa se había apoderado de mi. Tanto, que casi olvidaba fijarme en la calle donde guardaba aquél viejo auto verde sin apodo aún; "República de Uruguay" alcancé a ver en esos rectángulos blancos que a tantas personas ha ayudado para ubicarse -he escuchado incluso, a personas que le atribuyen divinidad cuando están a la vista-. Como pude, caminé hacia el Zócalo para llegar justo a la entrada de la Catedral. Había acceso limitado por el tal James, veía ir y venir un helicóptero con alguien colgando por un costado; eso me hizo recordar aquellos tiempos en que iba a la prepa y esperaba que el camión viniera escupiendo gente de lo lleno, para irme volando de la puerta trasera y sentir aquél aire del nuevo milenio golpearme la cara.

Después del ajetreo -normal para quienes vivimos aquí-, me encaminé hacia el Ex Teresa (que durante la colonia fuera el exconvento de Santa Teresa la Antigua y el monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas hasta 1863), ubicado en Lic. Primo de Verdad 8, donde apreciaría los resultados obtenidos de un modelo de autogestión implementado en La Merced. Su desafío al sistema que un proyector dejaba leer en la nave central del hoy espacio cultural, evocaba a la organización social para un mejor futuro.

La gotera del Esperanza Iris

Al salir tomé la calle de Moneda, la cuna de la cultura occidental en nuestro continente, albergando las primeras instituciones artísticas, económicas y de prensa; para luego caminar rumbo a Tacuba, aquella primera calle en ser descrita por las mentes curiosas del nuevo mundo en 1554. Ya en la calle de Donceles, y frente al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, llegamos al barrio joven de la época colonial, ya que los solares fueron repartidos luego de la conquista a los jóvenes nobles de la Nueva España que ocuparon esta calle, así como la de Justo Sierra.

Para variar, la ciudad comenzaba a nublarse después de un día caluroso. Me registré para entrar a ver La Divina Comedia, acto seguido comenzó la lluvia. Nunca la había visto completa -casi 4 horas-, algunas compañías nacionales han presentado los actos por separado en otros recintos y por primera vez la vería en su totalidad; además que presentaba el plus de ser una producción de Lituania, lo que me daba un poco de curiosidad. Descubrí que a pesar del temple de los lituanos, arriba del escenario sí son capaces de mostrar gestos de sentimiento. Me quedo con el infierno de Dante.

La tormenta continuaba de manera torrencial, como es costumbre en la ciudad. Recordé haber visto aquellas fotografías de las inundaciones en el centro apenas el siglo pasado y me hizo vagar por la imaginación para preguntarme cómo habrían sido entonces las inundaciones que obligaron a los mexicas a desarrollar su ingeniería con grandes obras contra las inundaciones; y cómo habrían batallado los conquistadores para lograr asentarse después de hasta haber ordenado el abandono de nuestra ciudad luego de una de ellas. De repente, mientras se desarrollaba el Paraíso, entre Dante y Beatriz noto caer una serie de gotas para luego parar, "Seguro es parte de la obra" -pensé-. Intermitente era el caer del grupo de gotas, luego me pareció notar que la gota alcanzaba a uno de los actores lituanos mientras corría para separar a la pareja de enamorados, su acto reflejo lo hizo mirar hacia arriba. Entonces supe que no era parte del show.

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