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Tropas constitucionalistas arriban a la Plaza de la Constitución, agosto de 1915 |
Entre 1914 y 1915 la capital de México sufrió como en mucho tiempo no lo había hecho. Aunque no había sido escenario de cruentas batallas como las que se libraron en el norte del país y el Bajío, la guerra de las facciones revolucionarias causó hambre, pobreza e inseguridad entre los habitantes de la urbe.
Aquella mañana del 2 de agosto de 1915, cuando el general Pablo González, al mando del Ejército de Oriente, entró a la Ciudad de México, el ambiente era, más que de alegría, de incertidumbre y desánimo.
Y es que no ha de haber sido fácil padecer una guerra en la que cualquiera podía acostarse sabiendo que los convencionistas (zapatistas y villistas) tenían el control de la plaza y luego despertar con la noticia de que ahora los carrancistas gobernaban el destino de la capital; además de la especulación mercantil derivada de la circulación de diversos tipos de monedas emitidas por las distintas facciones y el consiguiente encarecimiento de la vida.
En esta revolución, la Ciudad de los Palacios y sus habitantes quedaron en medio de la disputa por el poder. Se vivía, además, un ambiente de anarquía en el que se podía esperar cualquier cosa, y la famosa Banda del Automóvil Gris hacía de las suyas sin que nadie pudiera ponerle un límite.
Tres semanas antes de que el general González entrara a la capital, prometió a sus pobladores terminar con el desabasto de alimentos y castigar “a todos los que todavía pretendan obstruir su sana labor de paz”; además decretó el “restablecimiento del Poder Judicial, institución que hará respetar y hará respetable la vida” y se comprometió a restablecer “el orden en México y sus garantías a todos sus habitantes”; para finalizar señaló: “Aconsejo sean respetuosos de las leyes, amigos del orden y auxiliares del Ejército Constitucionalista, que con ello harán fáciles las obras de Paz y Reconstrucción Nacionales”. Era, pues, la entrada definitiva de los carrancistas a la Ciudad de México.
A partir de entonces ya no habría más gobiernos efímeros, ni entradas o salidas constantes de tropas. Los constitucionalistas habían llegado para quedarse en el poder. Sin embargo, tendrían que pasar aún varios meses para que los pobladores y las autoridades encontraran un remanso de paz y pudieran comenzar la reestructuración de la urbe, después de la desarticulación del sistema de abastecimiento de alimentos, derivada del mal funcionamiento de los ferrocarriles –utilizados principalmente para la guerra–, las numerosas tierras que estaban sin producir y los conflictos agrarios que surgieron; además de la exorbitante alza de precios, pues algunos productos como el maíz y el frijol aumentaron su costo hasta 1200 por ciento debido a las prácticas monopólicas y el caos monetario.
Pero sobre todo, los capitalinos padecieron el hambre, esa hambre que obliga a echarse al plato a animales domésticos como gatos, a comer bolas de masa de maíz insípidas, a vagabundear entre las huertas en busca de algún vegetal comestible, a buscar entre los desperdicios; esa hambre que en 2013 muchos siguen padeciendo y aún se puede ver con frecuencia entre las calles de esta capital.
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Fuerzas constitucionalistas en Paseo de la Reforma, agosto de 1915 |
PUBLICADO EN CIUDAD ÍNTIMA.
Imágenes: GUSTAVO CASASOLA, HISTORIA GRÁFICA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA, T. 3, MÉXICO, TRILLAS, 1973
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