Una de las características fundamentales de la Ciudad de
México es su diversidad de expresiones culturales. Aquí podemos encontrar a
barrios como Santa María la Ribera y Coyoacán, hasta plazas con la última moda
internacional en Polanco y Santa Fe; igual tenemos el tianguis del Chopo que el
parque España, o Perisur y el tianguis de la Lagunilla.
Pero hay
una fecha que quedará estampada en la memoria como una muestra ejemplar de la pluralidad
de esta capital: el domingo 4 de diciembre de 2011. Ese día se presentaron en
el centro de la ciudad Britney Spears y los no menos célebres Victorios.
La jornada
pintaba para ser apacible: calles semivacías, gente caminando tranquila por las
aceras, el ruido de los automóviles apenas se oía. Sin embargo, asistir al
concierto de la princesa del pop en la nueva Plaza de la República (frente al
Monumento a la Revolución) requería tomar precauciones. Vías cerradas y mucha
gente advertían que el carro no sería la mejor opción.
Ir al toquín de Los Victorios…
bueno, primero una introducción: a pesar de tener miles de seguidores, para el
lector despistado que no los conoce, son un grupo de ska mexicano (paréntesis:
género musical que tuvo mucho auge en los noventas y principios del siglo XXI, destacó con uno
que otro grupo pero tiempo después regresó al ámbito subterráneo del rock,
donde parece ser su lugar) que anunció su separación del famoso Salón Victoria
para formar otra banda; en fin, Los Victorios se presentarían en el Multiforo
del SME (Sindicato
Mexicano de Electricistas), a unos pasos del monumento donde se ubican las
osamentas de héroes nacionales como Francisco I. Madero, Pancho Villa y Lázaro
Cárdenas.
Estarán de acuerdo en que se
hacía necesario transportarse en Metro, en el que, para ser sinceros, se viaja
cómodamente los domingos. Afuera de la estación Revolución todo parecía normal,
pero al acercarnos al Monumento empezaron las vallas, los camiones de
granaderos, las decenas de policías de tránsito, los cientos de agentes de la
ley colocados en medio de las arterias que llevan a donde se presentaría la
Britney (así le dicen, no lo hago por confianzudo ni porque sea mi íntima).
Entonces: caminar dos o tres
calles y llegar a Antonio Caso con Insurgentes, esquina donde se ubica el
edificio del SME.
Pasar frente a los electricistas que resisten la desaparición de su gremio. Oír
que solicitan la ayuda del pueblo para seguir con su resistencia e invitan a
pasar a su bazar navideño. Desviar la mirada, seguir caminando; o también
hurgar en el bolsillo, encontrar una, dos monedas, y depositar la morralla en
el botecito de lata, oír “gracias” y seguir caminando. Ver que afuera del
inmueble ya está el ambiente: caguamas, vasos y cinco o seis jóvenes que se
notan felices toman cerveza bajo la sombra de un camión y dejan la basura de su
fiesta en la banqueta. A unos pasos se encuentran los policías, supongo que
cuidando que no haya disturbios por el concierto de Britney.
Sudor, calor, pelos parados,
gritos desquiciados, brazos en el aire, la música que emerge de los
amplificadores, flashes de cámaras y empieza el toquín de Los Victorios. Salen
al escenario a eso de las siete de la noche. Antes se presentó una banda
llamada La Fayuka (son de Tepito), cuyos integrantes, no mayores de 20 años,
vestían uniformes de una secundaria técnica. Durante la tocada, de pronto se
apagaban las luces y dejaban de sonar las bocinas. Entonces el ambiente era de
una oscuridad envuelta en abucheos (esto llevó a preguntarme si aquí, en el SME, pagan la luz). A
esa hora, la Spears todavía no empezaba su concierto de playback.
El foro de los electricistas está a reventar. Más
de trescientas cabezas se apretujan, bailan y hacen el slam al ritmo de los
acordes. Los toquines de ska son de los pocos eventos musicales en el país que también
son un acto político: se escuchan gritos y mentadas de madre contra el
gobierno, los funcionarios públicos y la injusticia. El cantante agradece los
aplausos de su público y asegura: “Aunque Britney está aquí cerca, la banda
vino a ver a Los Victorios… ¡No mamen!, cuando presentemos el nuevo disco
seguro va a estar Lady Gaga”.
Las pantallas gigantes colocadas
alrededor del Monumento a la Revolución atrapan las miradas de los agentes de
la ley y los curiosos que se acercan a ver los movimientos, las caderas, las
torneadas piernas, esa cabellera dorada y aun la pancita de Britney, que luce
un diminuto traje negro con rosa. La Plaza de la República también está repleta
de gente y gritos. ¡Thanks Mexico City!,
grita la rubia, y los reflectores se apagan, los amplificadores callan. Parece
que ha terminado el concierto… pero unos minutos después vuelve con un nuevo
vestuario para empezar el último acto de su espectáculo.
Lo malo de que Britney Spears y
Los Victorios se presentaran el mismo día, a igual hora y casi en el mismo
lugar, fue el regreso al terruño. A las 10 de la noche de ese domingo
memorable, la estación Revolución fue cerrada. Entonces: caminar cansado y con
frío sobre Puente de Alvarado hasta el Metro Hidalgo y darse cuenta que también
está cerrado. Cruzar toda la Alameda como si fuera mediodía y llegar a la
estación Bellas Artes. Esperar el tren un minuto, dos minutos, cinco minutos.
Ver que mucha gente quiere abordarlo. Aventarse hacia dentro. Quedarse parado,
tieso, con los ojos a medio abrir pero contento por haber ido a dos conciertos.
Ver un lugar vacío, desparramarse sobre el asiento y cerrar los ojos hasta llegar
a casa.
PUBLICADO EN CIUDAD ÍNTIMA
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