Tienes
una motocicleta y deseas darla de alta para poder circular. Lo primero: ver en
el sitio electrónico de la Secretaría de Transportes y Vialidad del DF los
requisitos, cuántas copias de documentos piden y los horarios; darle clic para
bajar la solicitud de alta y descubrir que el archivo no se puede descargar.
Día 1
Entonces a buscar en dónde se puede
conseguir, no te vayan a regresar porque te falta ese documento. Hallas el casi
desconocido Portal Ciudadano del Gobierno del DF (www.df.gob.mx), donde
encuentras mucha ayuda para ese tipo de situaciones. Descargas la preciada
solicitud, la llenas con letra bonita, sacas dos copias de todos tus documentos
y te preparas para el gran día (intuyes que el trámite puede ser muy largo).
Despiertas temprano, aún no acaba de
amanecer; sabes que abren a las ocho de la mañana y no quieres encontrar mucha
fila. Bien abrigado, te diriges al módulo de la Setravi en Iztapalapa. Llegas
media hora antes. ¡Excelente!, sólo hay siete personas delante de ti. Te formas
y te acurrucas pegado a la pared, frente a la puerta de la oficina. Hace un
frío que inmoviliza.
Casi en punto de las ocho se acerca una
joven que ofrece copias de documentos, líneas de captura e incluso orientación
a los que están formados. La mayoría va a sacar su tarjeta de circulación con
chip. Empiezan los cuestionamientos entre los que esperan, las dudas, quejas sobre
la burocracia y las maldiciones: “¿Refrendo?, ¿qué es eso? “Es como si fuera la
tenencia”, le dicen al señor. “¡Ya ni la chingan! Nada más le roban dinero a
uno”. Y así continúa por un rato; sabe que lo van a regresar porque no trae el
pago por el refrendo de las placas de su auto, pero quiere seguir formado y
enterarse bien qué le falta.
Pasan los minutos, te compras un atole,
tiritas, te vuelves a acurrucar entre tus ropas. Pasan los minutos. Has visto
que entran varias personas al módulo pero nadie abre. Pasan los minutos. Son
8:30 y se acerca una señora muy arreglada, maquillada y con un vaso de café en
la mano. “¿Vienen a hacer algún trámite?” Todos exhalan un “sí” desganado.
“Pasen por favor”.
Avanzan en fila india, suben las escaleras y se forman frente a un
escritorio. ¿Tendrán checadores de entrada? “Bueno –te dices–, al menos tendré
mis placas hoy”. El filtro para los trámites es un señor largo, flaco, pálido y
con anteojos. Se sienta ante una computadora. Comienza a atender a la gente. El
primero es para un cambio de propietario de su automóvil. El funcionario le
dice que no puede hacer el trámite; el ciudadano se enoja, lo insulta, le dice
que ya ha venido varias veces y le reprocha que le hagan perder su tiempo. El
burócrata sólo asienta. El del auto pasa con la jefa del departamento (la que
les dijo “Pasen”), pero después de unos minutos de reclamar no consigue nada y
se va resignado.
Siguen pasando frente al de la
computadora como si se dirigieran al precipicio. Señalan qué trámite van a
hacer, les piden documentos, les dicen que les falta algo, se dan media vuelta
y salen por donde entraron. La señora delante de mí, Laura Rodríguez (la de la
cobija) es la primera que consigue pasar el filtro (tenía la ventaja de haber
venido el día anterior).
Sigues tú, te plantas frente al señor
funcionario público y le dices que deseas dar de alta tu moto. “Pero no tengo
placas”. “¿Entonces?” “Pues…” “¿Cuándo llegan?” “A ver si en quince días”.
“Pero no que sí había” “Nosotros no tenemos”. Te sugieren ir al módulo de la
Central de Abasto. Sientes la impotencia en tus entrañas, te resignas y te
marchas de ahí.
Antes de irte recuerdas que Francis
Pirín, directora general de Regulación al Transporte de la Setravi, afirmó que
sí hay placas, que ningún módulo vehicular puede negar que tenga y llamó a
denunciar las anomalías. ¿Pero cómo reclamar? Lo único que se encuentra en la
oficina de Iztapalapa es un buzón metálico y viejo de quejas y sugerencias que
en su rincón pasa desapercibido. ¿Crees que si pones tu denuncia ahí harán
caso? No.
Ya de vuelta a tu casa, empiezas a hablar
a otras oficinas de Setravi para ver dónde tienen placas y de paso pones tus
denuncias en el sitio web de la dependencia. Llamas primero al número de
información de la Secretaría; suena y suena y suena y nadie te contesta. Marcas
al módulo de Central de Abasto: nadie levanta el teléfono. A Iztacalco: suena
varios minutos hasta que levantan el auricular… y lo vuelven a colgar. Al de
Álvaro Obregón, al de Insurgentes: ni una sola voz. Al de Tláhuac y al de
Xochimilco: sólo timbrados que no acaban nunca. Te das cuenta que llevas
mediodía tratando de contactar a alguien que te dé informes. Hablas a las
oficinas de Venustiano Carranza y por fin contesta alguien, se llama Joel
Ayala: “¿Tienes placas de moto?” “¿De qué delegación hablas?” “De Venustiano
Carranza”, miento. “Sí tenemos, nada más que hasta la otra semana, ahorita
entras a la lista de espera”. “Pero no que sí tienen”. “Tenemos, pero se
acaban”. “Bueno, y si no soy de ahí, porque tengo un amigo que es de Iztapalapa
y también quiere sacar sus placas”. “Pues te la daríamos a ti y luego veríamos
si hay otra para él”. “¿Por qué?” “Es que damos preferencia a los de
Venustiano”. “¿Eso no es discriminación?” No contesta. “Bueno, gracias”.
Para tener otra opción buscas en la
tierra del mole y el nopal, esa delegación que es un paraíso rural dentro del DF:
Milpa Alta. Su lejanía te hace pensar que ahí sí tendrán placas. Y
efectivamente: hablas por teléfono, marcas la extensión y te contesta rápido un
joven. “Sí tenemos, puede venir cualquier día”. Nunca imaginaste que fueran tan
fáciles las cosas. Sólo tendrás que viajar casi dos horas para hacer el
trámite.
Dudas, comentarios o sugerencias: contacto@orgullosocitadino.com
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